La comunidades emprendedoras y la economía naranja tienen una estrecha relación; podríamos definir a los emprendedores como personas innovadoras, soñadoras y creativas, adjetivos que dicha economía tiene en su ADN.

Para finales de los años ochenta, empezaron a constituirse las primeras comunidades emprendedoras, pero fue durante los años noventa con el surgimiento de la internet que dichas comunidades se transformaron hasta la forma como las conocemos hoy en día.

La principal característica que define a una comunidad emprendedora es que se desenvuelve en el seno de un hub creativo. El hub creativo es un centro de conexiones, en el que clústeres, infraestructuras especializadas, capitales, talentos y tecnologías se concentran, independientemente de su proximidad geográfica (Buitrago, 2013).

Tal vez el ecosistema emprendedor más reconocido a nivel mundial es Silicon Valley, aun así, en todas partes del mundo existen grandes hubs, como en Londres, París, Barcelona y Tel Aviv solo por nombrar algunos. A nivel latinoamericano, Sao Paulo, Santiago de Chile o Bogotá encabezan las listas, siendo nuestra capital quien, en los últimos años, ha ganado liderazgo y reconocimiento en muchos aspectos, dato que probablemente muy pocos colombianos conocen.

He decidido abordar este articulo desde la experiencia que he tenido durante los últimos 5 años como participante del ecosistema emprendedor; si bien he tenido la oportunidad de interactuar con distintas regiones del país, me he desenvuelto principalmente en Bogotá, que como capital que reúne a personas de todo el territorio nacional, y me atrevería a decir de todo el mundo, es perfecta para entender el panorama que se vive en las principales ciudades del país, espacios donde con más intensidad aflora la economía naranja.

Sumergiéndome en el mundo de la economía naranja

Después de graduarme de Administración de Negocios Internacionales de la Universidad del Rosario, decidí aplicar lo aprendido durante la carrera desempeñándome como emprendedor, sin realmente entender lo que eso significaba, cosa que le pasa a gran parte de los que toman esta decisión; usualmente lo que más motiva a los emprendedores son las ganas de explotar su creatividad, las ganas de hacer las cosas de una forma diferente, mejor, y las ganas de cambiar al mundo, tal vez existan muchas otras razones, pero esta interesante discusión deberá ser abordada en otro artículo.

Sin tener muy claro lo que buscaba, como buen creativo, me tomé el tiempo para esperar durante semanas a que llegara el momento de iluminación, que en este caso era la oportunidad para comenzar una empresa, que se-ría la que me permitiría crecer profesionalmente, aplicar lo aprendido y, por supuesto, triunfar.

El primer intento 

La primera oportunidad llegó en la segunda mitad del 2013, y muy a propósito del tema, fue en una de las industrias convencionales que constituyen la economía naranja: la fotografía, más precisamente la Academia de Fotografía 18 Por-Ciento. Como mi primera experiencia de emprendimiento, tuve muchos aciertos, pero también cometí muchos errores, y el principal fue el desconocimiento de la existencia de un ecosistema emprendedor y más aún de la economía naranja. Este problema de “información” es uno de los puntos que se tratan en el libro de Buitrago y Duque La Economía Naranja, una oportunidad infinita.

El primer paso en el marco práctico ofrecido por los autores como guía para el diseño de políticas integrales, habla sobre la importancia de la información y de cómo se debe involucrar a economistas y expertos en las altas esferas del gobierno, para que se estudie y entienda de forma transversal en todas las instituciones. Desde estos estamentos deben promoverse políticas de comunicación para que empresas, academias, corporaciones y sociedad en general entiendan de qué se trata y apoyen los procesos creativos, y es que es indispensable para reducir la mortandad de emprendimientos que estos sepan desde un principio en que comunidad están participan-do y que esta los apoye para surgir, desde las instituciones públicas o empresas privadas dispuestas a contratar a los proyectos nacientes con poca experiencia, hasta el público en general, conscientes del apoyo que dan al adquirir servicios o productos de estos.

Después de más de un año de estar ejerciendo actividades fotográficas junto a mis socios, dos de ellos fotógrafos, y habiendo intentado primero brindar cursos y luego servicios a empresas, descubrimos varios puntos que terminaron por hacernos dar un paso al costado con el proyecto:

Los servicios culturales son subestimados en Colombia: al tener un alto contenido creativo y especializado, son difíciles de valorar por los clientes quienes buscan pagar poco por estos.

“Las condiciones del mercado (incluida la del punto anterior) generan una competencia de precios entre los prestadores del servicio que los termina afectan-do a ellos mismos. Esto es más marcado en algunas industrias que otras, por ejemplo, la fotografía.
Al ser una industria tradicional, se tiende a caer en el error de pensar poco en materia de innovación y de inclusión de tecnología.

Entendiendo mejor la naranja 

Mis próximos dos proyectos vendrían a engrosar la economía naranja; se trataba de proyectos de software, en este caso aplicaciones. RelevosApp buscaba solucionar la problemática de los conductores de rutas escolares que requerían un relevo de emergencia para cumplir con su ruta, conectándolos por medio de una aplicación con conductores con un vehículo disponible.

El siguiente fue DoRentar, que además de ser desarrollo de software, también trabajaba en el mercado musical, más precisamente el de los músicos en búsqueda de un instrumento. Esta aplicación de economía colaborativa conectaba personas que tuvieran instrumentos musicales sin uso y estuvieran dispuestos a alquilarlos a personas interesadas en sacarle provecho, ganando ambas partes.

El mayor aprendizaje que logre con este segundo y tercer proyecto fue la inmersión que junto a mi equipo de trabajo tuvimos en el ecosistema emprendedor o en la Kreatópolis (ciudad de creación), término acuñado también en el libro de Duque y Buitrago, que tiene un papel central para el desarrollo de la economía naranja porque es aquí donde se encuentran los hub creativos y es donde la magia ocurre.

Para cualquier proyecto de emprendimiento es indispensable conectarse con la comunidad, más aún si su actividad está basada en procesos creativos y de innovación. En mi experiencia, conectarme me permitió encontrar un mundo hasta el momento desconocido, en donde la filosofía de colaboración, los eventos, los espacios de trabajo colaborativo, los mentores y todo un compendio de participantes, confluyen para generar conocimiento y apoyar de una u otra forma el desarrollo de la startup.

En el transcurso del 2016 tuve un acercamiento a dos espacios de trabajo colaborativo, el HubBog, ubicado en la ciudad de Bogotá y con gran prestigio en la aceleración de emprendimientos y el LAB1, proyecto naciente con el que me conecté cuando abiertamente me ofreció un espacio de forma desinteresada para realizar una serie de eventos de emprendimiento que en ese momento decidí llevar a cabo como contribución al ecosistema emprendedor y cuyo nombre es Emprende Transparente.

El LAB1 es perfecto para describir el papel de un clúster creativo, que es, simplemente, un edificio, un barrio o cualquier espacio geográfico relativamente pequeño que contiene una concentración de negocios basados en la economía naranja. Estos negocios interactúan unos con otros de manera coopetitiva (cooperar para crecer el pastel, competir para dividirlo), permitiendo que sus recursos se sumen para optimizar su capacidad de crear bienes y servicios. (Buitrago, 2013)

Durante el transcurso del proceso de LAB1 cientos de emprendedores han asistido al laboratorio y se han vinculado a sus actividades, han consolidado una red informal pero muy unida de jóvenes emprendedores que han obtenido grandes resultados a nivel nacional e internacional, hoy en día muchos de esos emprendedores ayudan en procesos de mentoría a los nuevos emprendedores que asisten a LAB1.

Cumpliendo cuatro años de funcionamiento, el LAB1 ha sido casa de más de 72 organizaciones diferentes, en su mayoría trabajando en la industria naranja, desde colectivos musicales hasta empresas de software y diseño, esto ha permitido al LAB1 mapear aquellos patrones que incidían en el éxito o el fracaso de los emprendedores para luego poner a disposición del ecosistema de innovación colombiano dicho conocimiento, esto por supuesto aumenta toda posibilidad de éxito.

El proceso de reactivación de las instalaciones de LAB1 ha sido una historia merecedora de la Bienal Iberoamericana de Diseño 2017, celebrada en Madrid España. LAB1 obtuvo el primer puesto en la categoría de diseño para el desarrollo y diseño de espacios interiores por reactivar una antigua edificación abandonada ubicada en el sector del Park Way de Bogotá, uno de los distritos culturales más importantes de la ciudad, y devolvérsela a la ciudad como un espacio de innovación, cultura y emprendimiento.

La importante labor que brin-da el LAB1 en la adopción y fortalecimiento de la industria naranja es de vital importan-cia, contar con más espacios abiertos de colaboración para proyectos en etapas tempranas es indispensable, como muestra la siguiente gráfica, extraída del libro “Economía Naranja, Una Oportunidad Infinita”.

Es importante dejar sentado que para que estos espacios proliferen y crezcan junto a los miembros que los componen, las instituciones gubernamentales deben trabajar en pro de regular y garantizar reglas que protejan a los participantes, como lo pueden ser, propiedad intelectual, seguridad social, propiedad privada, impuestos, derechos humanos, libertad de expresión, reconocimiento a minorías, protección laboral, subsidios, acceso a financiación, regulación eficiente, transparencia de datos, garantías de contratación, pronto pago, etc.

Este trabajo conjunto reduce las barreras de entrada que son aquellas dificultades que debe enfrentar una persona o una firma para ingresar a un nuevo mercado. Desde la inversión mínima inicial (planta y equipos) hasta los requisitos regulatorios más estrictos (permisos y licencias), pasando por obstáculos culturales (preferencias locales), de escala (cobertura) y acceso a recursos escasos (espectro electromagnético), entre otras. (Buitrago, 2013)

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